Restos de Muralla y Arco de Burgos

No está claro el momento en el que se inicia la construcción de la muralla que protegía a los habitantes de Torrelaguna. Algunas fuentes históricas la enmarcan dentro de la época medieval (entre los siglos VIII, IX y XI): bien de origen musulmán o bien en la reconquista. Lo que es seguro es que una parte de la misma comenzó a levantarse antes de 1390, aprovechando posiblemente algún tipo de sistema defensivo anterior; y que se finalizó a principios del siglo XV.

Según consta en un albalá de 1390, coincidiendo con el momento en el que Torrelaguna se convierte en Villa Libre, sus moradores tienen que acabar el trabajo de la muralla, en especial las torres.

El sistema constructivo de toda la muralla es similar. En la primera fase, emplean una mampostería de caliza, cuarcita y fragmentos de pizarra de diferentes tamaños dispuesta en cajas, y cal mezclada con pequeños fragmentos rodeados de pizarra como argamasa; puede que el relleno de la muralla proceda del arroyo Matachivos.

La política de refuerzo de de las defensas de lugares principales como Uceda, Talamanca o Alcalá de Henares llevada a cabo por el arzobispo de Toledo Pedro Tenorio coincide con la segunda fase de construcción de la muralla desde 1390, para la que se utiliza una técnica de mampostería encintada, denominada “estilo alcalaíno”.

La muralla se mantuvo intacta hasta, al menos, el siglo XVII, como muestra un grabado de 1629. Fueron quizá los destrozos de la Guerra de la Independencia los que iniciaron el deterioro que posteriormente se acrecentó, y por el que hoy solo podemos reconocer algunos restos, los suficientes para reconstruir el trazado original.

Entre ellos, destacarían bastantes lienzos, algunos adosados hoy a las viviendas tanto en la parte interior como en la exterior, además de la puerta del Cristo de Burgos y la Torre de la Montera.

A lo largo de los siglos, atendiendo a las necesidades del pueblo, se fueron abriendo nuevos accesos en la muralla, pero los restos son escasos.

La puerta del Santo Cristo de Burgos es la que conserva más elementos originales de las que debieron constituir los accesos al antiguo recinto. Su cara exterior está formada por un arco de medio punto que sostiene un cuerpo de mampostería con hornacina, y en su cara interior por una bóveda de ladrillo rebajada, cubriéndose el conjunto con un tejadillo a dos aguas. La puerta está flanqueada por lo que era un torreón.

Más información: Reportaje sobre las Puertas de la Muralla.

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